martes, 28 de abril de 2009

Querido papa:

Hace unos días hizo ya cinco años que nos dejaste; y lo hiciste igual que hiciste todo en tu vida: de manera ordenada, sosegada, sin sobresaltos, sin producir la menor molestia a los que te rodeábamos. Hasta en el momento de tu muerte diste una lección de como destacar en la modestia, de como hacer que los que te rodeábamos apenas viéramos alterada nuestra vida por o por tus circunstancias. No llegó ni a una semana el tiempo que tuvimos para asumir el fatal diagnóstico; no permitiste que el desaliento ni el cansancio tanto físico como psicológico que embarga a los cuidadores de los enfermos crónicos llegase tan siquiera a rozarnos. Aguardaste, éso sí, el tiempo suficiente para despedirte de aquellos miembros de la familia a los que has considerado como otros hijos tuyos y a su vez ellos te han considerado a como otro padre.

Nos dejaste escuchando jotas: ¡Que maravillosa idea tuvo mi mujer al ponerte esa cinta al lado de la cama minutos antes! Si siempre me han gustado las jotas aragonesas, desde ese día, además, me emocionan. Allí donde reposas ahora, en el pueblo que te vió nacer, crecer, marcharte por una maldita (todas lo son) guerra, y volver al cabo de los años a pasar allí tus merececidisimos días de descanso anuales; junto a tus padres y a tu mujer, podrás seguir escuchando jotas cada día que se celebre una fiesta, cada vez que alguien pase canturreandolas.


Recibe esta carta, la primera de este nuevo blog, como homenaje, más que merecido, a tu labor como maestro, que siempre fué tu vocación, como ciudadano, siempre pendiente de los demás, como marido, siempre pendiente de tu mujer; pero sobre todo como padre.

Gracias por transmitirme esos valores que yo ahora intento transmitir a mis hijas; gracias por tu paciencia, la cual intento alcanzar; gracias por saber corregir mis defectos sin una sola palabra malsonante, sin un solo grito y, por supuesto, sin un solo azote aunque en ocasiones me los merecí; gracias por sentirte en todo momento mi padre y hacer que yo en todo momento me sintiera tu hijo. Gracias por escucharme, comprenderme y ayudarme durante más de cuarenta años en tantas y tantas ocasiones. Gracias, en definitiva, por haber estado siempre ahí cuando te necesité.

Tu hijo, que te quiere y que nunca te olvida

viernes, 24 de abril de 2009

Nace este blog con la idea de escribir esas cartas que nunca llegamos a escribir porque no tenemos a quien mandarsela, o porque tememos que al mandársela aburramos a su destinatario, o se enfade con nosotros, o se ria de nosotros. Son esas cartas producto de un estado de ánimo breve o duradero, nunca lo sabemos a priori, pero intenso, que nos atenaza y dirige todas nuestras actuaciones, nuestras conversaciones, nuestros pensamientos. A veces, esas cartas son alegres, muy alegres; otras veces son tristes; otras, melancólicas. Pero todas tienen algo en común: se escriben con intensidad; notas como sale de tu interior cada palabra, cada frase.
Algunas van a ir dirigidas a alguien en particular; otras a nadie. Pero todas, absolutamente todas, nacen de lo más profundo y van dirigidas a lo más profundo.